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El lavado de dinero desde la economía conductual 

Por Rubén Uribe Rodríguez 

 

Introducción 

 

El delito del lavado de dinero en su complejidad cuenta con multiplicidad de aristas desde los cuales se puede explicar y analizar partiendo desde su perspectiva legal como un delito tipificado en los códigos penales; económica al explicar el efecto que representa para la economía tanto regional como global; político e incluso sociológico al hablar de las redes sociales y estructuras que mantienen este fenómeno. Un lente desde el cual escasamente se ha abordado es la psicología y particularmente su fusión con la economía, de la cual nace la denominada “economía conductual”. En el presente artículo se presentan y discuten algunas aproximaciones y experimentos que buscan explicar la conducta de lavado de dinero desde la economía conductual.  

 

Desarrollo 

 

Fuera del diván, la psicología ha tenido en diferente medida acercamientos con variadas disciplinas y aspectos del ser humano. Cuando se trata de explicar la conducta criminal la psicología suele participar en la perfilación, es decir, tratar de establecer “un retrato” de la persona dependiendo del tipo de delito que cometen. Por ejemplo, en el perfil psicológico de un maltratador doméstico se podría hablar de una falta de autocontrol, baja autoestima y falta de habilidades de afrontamiento, entre otros. Para el caso del lavado de dinero, resulta complicado establecer un perfil psicológico dado que este delito suele involucrar a diferentes personas con roles establecidos dentro del esquema. Tendríamos que hablar entonces de aquel que comete el delito precedente, de los testaferros o prestanombres, los que ejercen como “mulas”, el que orquesta el esquema, el que disfruta las ganancias, entre otros, y resultaría complicado encasillar a cada uno en perfiles psicológicos que tal vez resulten insuficientes. Hablando, por ejemplo, de la figura que disfruta de las ganancias o del dinero ya “limpio” se podría hablar de personas con falta de empatía (saben que ocasionan un daño a la sociedad, pero no sienten remordimiento por ello), manipuladores (convencen a las personas involucradas dentro del esquema de participar, aunque estas conozcan de los riesgos) y narcisismo (excesiva preocupación por ellos y sus necesidades).   Algo de lo que ya las autoridades y organismos nacionales e internacionales son conscientes es la tendencia que tienen los beneficiarios del dinero lavado de gastar lo obtenido en artículos considerados “lujosos”, tales como joyas, autos de lujo, yates, propiedades, entre otros, razón por la cual se consideraron a estas actividades como” vulnerables” y se han establecido controles en ellos. Sin embargo, más allá de un perfil psicológico, la ciencia que estudia el comportamiento humano tiene aún más que aportar.

 

Una rama de la psicología es la unión de esta con la economía, surgiendo lo que se conoce como “economía conductual”, la cual se encarga de estudiar el comportamiento humano en contextos de toma de decisiones bajo condiciones de riesgos de pérdida e incertidumbre, teniendo a Kahneman y Amos Tversky como sus máximos exponentes. Entre sus múltiples premisas se encuentran la “irracionalidad” de las decisiones que toma el ser humano debido a sesgos y “atajos” de los cuales muchas veces no somos conscientes y, como podrán imaginar, estas teorías son aplicadas principalmente para mercadotecnia y en menor medida, a programas de educación financiera. Dicho lo anterior, Imas, Loewenstein y Morewedge publicaron en 2020 un artículo titulado “Mental Money Laundering: A Motivated Violation of Fungibility” en el cual demostraron experimentalmente que las personas pueden tratar el dinero de manera distinta dependiendo del origen o el uso que pensamos darle, afectando la toma de decisiones; por ejemplo, las personas pueden gastar con mayor ligereza el dinero que obtuvieron fácilmente o por azar. En los experimentos exploraron cómo los participantes trataban las ganancias obtenidas de manera poco ética bajo distintas condiciones. En uno de ellos, organizaron un juego en el que algunos participantes recibieron un incentivo monetario para mentirle a una pareja anónima asignada al azar. Mentir, en estos casos, significaba maximizar las ganancias del participante a costa de disminuir lo que recibiría su pareja. Luego, se les ofreció a todos la opción de donar parte de sus ganancias a una organización benéfica. El experimento confirmó lo que investigaciones anteriores ya habían mostrado: las personas tienden a ser más generosas con el dinero que han ganado de forma poco ética.  

 

Después, estos mismos autores llevaron el experimento un paso más allá, introduciendo a un grupo de participantes en una lotería en la que arriesgaban sus ganancias del experimento, pero con una alta probabilidad de recibir la misma cantidad a cambio. Posteriormente, Imas, Loewenstein y Morewedge ampliaron el experimento incorporando una lotería en la que algunos participantes arriesgaban sus ganancias obtenidas durante la prueba, aunque con una alta probabilidad de recuperar una suma idéntica. Para aquellos que habían obtenido parte de sus ingresos mediante el engaño, este proceso actuó como una especie de “lavado” psicológico del dinero: donaron considerablemente menos que los que también mintieron, pero no participaron en la lotería, y su comportamiento fue comparable al de quienes fueron honestos y luego ingresaron a la misma dinámica. En experimentos adicionales, encontraron evidencia de que el “lavado mental de dinero” también se aplicaba a situaciones en las que se mezclaba dinero obtenido de forma ética con dinero “sucio”.

 

Cuando el dinero “sucio” se mezclaba con el limpio, los participantes tendían a tratar todo el conjunto como si hubiera sido ganado éticamente. Además, las personas son conscientes de su tendencia a tratar el dinero “lavado” de forma distinta al no lavado, y buscan activamente oportunidades para sanearlo, sugiere la investigación (Cockrell & Butterman, 2021) Otro artículo interesante y relacionado es el de “Efectos divergentes del dinero limpio versus el dinero sucio sobre las actitudes, los valores y el comportamiento interpersonal.» (Traducido por autor) (Qing, Xiaochang, Xinyue, Mead, Vohs y Baumeister, 2012) en donde se realizaron diversos experimentos utilizando billetes sucios y limpios (literalmente) bajo la premisa de que el dinero limpio sería asociado con el banco o la autoridad, y estas instituciones encarnan las leyes y el comportamiento económico justo. Esto podría activar inclinaciones asociadas a actuar con equidad. En contraste, el dinero sucio podría suponer un pasado turbio, como haber sido manejado recientemente por personajes dudosos cuyas manos estaban sucias por actos igualmente sucios. Tales pensamientos podrían activar un “yo sucio” e inclinaciones a perseguir fines egoístas sin considerar los escrúpulos morales. Si esto se extrapola al hecho de que el criminal podría percibir el dinero obtenido de manera ilícita como sucio, aunque no sea físicamente, esto tendría efecto en cómo destinaría ese dinero tanto sucio como “lavado”.  

 

 

Conclusión 

 

Si bien la economía conductual ha tenido críticas en cuanto a la validez de los resultados de sus investigaciones dado que estos suelen hacerse en ambientes controlados, hay que considerar que, si sus teorías ya han resultado aplicables en campos como la educación financiera y la mercadotecnia, pueden explicar entonces algunos aspectos del lavado de dinero que podrían posteriormente resultar en medidas o políticas que ayuden a combatir este fenómeno. En este breve artículo se discutió la evidencia de que muchos de los criminales podrían “mentalmente” dividir el dinero “sucio” del “limpio” y esto influiría en cómo se administra y se gasta, lo cual, si se profundiza, puede ayudar a los equipos de inteligencia a analizar esto desde otro punto de vista; por lo anterior es evidente que la economía conductual tiene aún mucho que decir al respecto del comportamiento de las personas que participan dentro de las redes de lavado de dinero.  

 

 

 

Rubén Alejandro Uribe Rodríguez 

Licenciado en Psicología por la UNAM y en Derecho por la UNADM. Certificado con Especialidad en Crímenes Financieros por la Association of Certified Financial Crime Specialists (ACFCS), Prevención de Operaciones con recursos de Procedencia Ilícita por la CNBV, Actividades Vulnerables por  la UIF  y en  Lavado de  Dinero por  ACAMS.

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